¿PUEDE UN CRISTIANO DEPRIMIRSE?

La depresión, definida por la Organización Mundial de la Salud como un trastorno caracterizado por la presencia de tristeza, pérdida de interés o satisfacción y sensación profunda de cansancio, afecta a más de 350 millones de personas en el mundo. De igual manera, son muchos los miembros de nuestras iglesias que experimentan sentimientos de futilidad, infelicidad y desesperanza. Entonces, ¿puede un cristiano sufrir depresión?

En la Palabra encontramos sentimientos que nos dejan ver a creyentes deprimidos.  El rey David, por ejemplo, confesó esta clase de emociones:

Salmo 6:3-4 “Mi alma también está muy turbada; y tú, Jehová, ¿hasta cuándo? Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; sálvame por tu misericordia”.

Salmo 13:2-3 “¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte”.

Otros creyentes han experimentado sentimientos similares. Vemos a Elías atormentado por la persecución de Acab y Jezabel, aun deseando la muerte 1 Reyes  19:4-14. También Jeremías, quien expresó Jeremías 8:18 “A causa de mi fuerte dolor, mi corazón desfallece en mí  La historia de la iglesia también nos habla de otros siervos que han experimenta depresión, como el “príncipe de los predicadores”, Charles Spurgeon, quien en más de una ocasión estuvo tan deprimido que sus diáconos tuvieron que traerlo al púlpito a predicar.

Las calamidades repentinas, la muerte de las personas amadas, las enfermedades que causan dolor e incapacidad, la pérdida de los medios para el sostenimiento familiar, la separación conyugal, la férrea rebeldía de los hijos, así como adversidades como la persecución o el horror de la guerra, hacen crecer el índice de depresión entre nosotros. Estas circunstancias de la vida en este mundo, en el cual Jesús dijo que tendríamos aflicción, pueden desencadenar un ánimo depresivo. Especialmente cuando nuestra atención y nuestras fuerzas están concentradas casi enteramente en las situaciones que afrontamos, y no en el Dios en quien creemos y de quien dependen todas las cosas.

Entonces sí, por supuesto que un cristiano puede deprimirse. La gran interrogante, por tanto, no es si los cristianos genuinos pueden o no deprimirse, sino más bien, ¿cómo puede un creyente hacerle frente a sus sentimientos de desánimo? Como sabiamente escribió el Dr. Martyn Lloyd Jones en su obra “Depresión espiritual”, las Escrituras nos muestran cómo diversos hombres de fe padecen esta clase de emociones, “lo cual no significa que no sean cristianos, sino que se están perdiendo de mucho”. Mientras nos muestra el dolor, la Palabra nos da principios para afrontar la tristeza y la futilidad.

Conforme ponemos nuestra mente y nuestro corazón en Dios, apartamos nuestra vista y nuestra atención de nosotros mismos y de las aflicciones que sufrimos, de modo que aunque abrimos nuestro corazón al Señor como David en el Salmo13 diciendo “¿Hasta cuándo me librarás?”, terminamos recordando sus bondades y, como el rey, anticipando su ayuda:

Salmo 13:5-6 “Más yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien”.

Además de demostrar cuán triste y desalentado puede llegar a sentirse un creyente, estos salmos nos presentan la gloriosa realidad de que Dios sostiene a los que se apoyan en su misericordia y confían en su salvación. Conforme expresaban sus infortunios, vemos a David expresándose a sí mismo quién podría socorrerle y librarle de todas sus angustias. De allí aprendemos que, para afrontar su condición atribulada, todo creyente debe asegurarse de  permanecer siempre firme en su devoción al Señor. Nuestros corazones, engañosos y perversos aún nos juegan sucio y pueden conducirnos a la confusión y al abatimiento, pero la Palabra de Dios es siempre útil para poner nuestros pensamientos y sentimientos en orden. Estamos llamados, entonces, a persistir en buscar al Señor:

Santiago 5:13 “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”,

 

Como dijo el Dr. Martyn Lloyd-Jones:

En cierto sentido, un cristiano deprimido es una contradicción de términos, y habla en contra del Evangelio. Por tanto, nada es más importante que librarnos de una condición que da, a quien nos mira, la impresión de que ser cristiano significa ser infeliz y andar triste y moribundo. Nos corresponde, por tanto, representar a Cristo y a su causa, y a su mensaje y poder, de tal modo que hombres y mujeres… queden impresionados al observarnos y se sientan atraídos, cualquiera que sea nuestra circunstancia o condición. Y esto, no sólo por nuestro propio bien sino también por el bien del reino de Dios y por la gloria de Cristo, en quien creemos”.

Al final, aunque es un hecho que un cristiano puede deprimirse, también es un hecho que el Señor 2 Timoteo 1:7  “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. No solo tenemos la capacidad, sino también la responsabilidad e incluso la obligación de luchar por fe contra el abatimiento de nuestros corazones, a lo cual debemos aplicarnos a fondo, tal como lo hicieron los salmistas al reconocer su necesidad y dependencia absoluta de la gracia capacitadora de Dios, recordando siempre que Romanos 8:18  “las aflicciones del tiempo presente no se comparan con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

Isaías 40:29-31 “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

 

 

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